Durante Junio y Julio nos fuimos de viaje.
Nuestra intención -además de tomarnos vacaciones- fue rastrear un poco los puntos en común de estas estimulantes culturas -principalmente islámicas o dentro de su área de influencia-. Desde el Magreb (Marruecos) nos fuimos al Mashrek (Egipto), de ahí al Medio Oriente (Turquía e Irán) y terminamos en las Islas Cícladas (Santorini) y el Sur de Italia (Sicilia y Apulia).
Marrakech es una de las principales ciudades de Marruecos -una de las cuatro ciudades imperiales-. Posee el mercado tradicional o zoco más grande del país y una de las plazas más concurridas de África y el mundo -Djemaa el Fna. A primeras horas de la tardecita, cuando el sol comienza a dar un respiro, llegan los comerciantes y artesanos, bailarines y músicos, vendedores que montan sus puestos de comida callejera tradicional, encantadores de serpientes con sus cobras, tatuadoras de hena y más. Una fiesta para los sentidos.
Fes es realmente un laberinto en el sentido más borgeano. Las callecitas de la medina -el barrio viejo- muchas veces mueren en pequeños callejones y la trama responde a caprichos de la autoconstrucción a lo largo de los siglos. Uno se pierde y se encuentra gracias a las voces de los comerciantes, la música o los olores de la gastronomía marroquí. Al igual que Marrakech, es una ciudad que nace en asentamientos de bereberes, los pueblos nómades originarios del desierto. Aún conservan gran parte de su rica cultura, desde especias y medicinas bereberes hasta artesanías, textiles y platos típicos.
Chefchaouen -o Chaouen-, la perla azúl del Rif, es una pequeña y pintoresca ciudad en las montañas del noreste de Marruecos caracterizada por sus casas pintadas de azul. La ciudad fue fundada por los musulmanes y judíos exiliados de al-Andalus en el 1471, cuando lso reyes católicos los expulsaron de España. Es una ciudad muy viva, con calles en pendiente, un pequeño y gélido curso de agua que la cruza y cientos y cientos de diseños textiles -telas y alfombras- que adornan los muros esperando un comprador.
Es imposible llegar a El Cairo sin sentirse invadido por múltiples pensamientos -desde los libros de texto de secundaria sobre el Antiguo Egipto hasta la película La Momia-. Lo mismo pasa con el río Nilo -tanto en la capital como en Luxor-, parece un viejo conocido y uno tiende a imaginarse algo de todo lo que ha sucedido en él. Pirámides, templos, obeliscos, ruinas, museos, camellos y shishas.
Estambul -primero Bizancio y luego Constantinopla- es quizá la ciudad más grande del Medio Oriente montada sobre el estrecho del Bósforo, con un pie sobre Europa y otro sobre Asia. Estallido de los sentidos, crisol de culturas y efervescencia urbana. Desde ruinas romanas y mezquitas musulmanas, hasta tiendas de diseño cool y cafés de moda en los barrios más hipster como Kadikoy o Beyoglu. Los días nunca son suficientes para conocer todo lo que pasa en la ciudad. El transporte público funciona de forma espectacular, la ciudad es limpia y moderna y la gente es agradable.
Teherán es la capital de Irán y se encuentra en el norte del país, al pie del monte Alborz. Es una de las ciudades más modernas de un país muy parecido a una joya escondida -un poco aislado del mundo por sus decisiones político religiosas-. Los iraníes son agradables, simpáticos, predispuestos al diálogo y la cortesía.
En Isfahán -en el centro del país- casi todo es Patrimonio de la Humanidad, desde la laboriosa y colorida arquitectura persa hasta las plazas o los bazaares. El calor se combate bajo la sombra de las grandes avenidas arboladas, los frescos jugos de fruta de los vendedores callejeros, los helados de azafrán. Higos, dátiles, bayas, azafrán y otras especias junto con objetos de cobre, pinturas miniaturas, alfombras persas y joyería es algo de lo que podemos ver en el bazaar más largo del mundo -2 kilómetros bajo una cubierta abovedada-.
Shiraz es una hermosa ciudad que tiene gran valor turístico -aunque casi no haya turistas en todo el país- aparte de ser el lugar desde donde se va a visitar las ruinas de Persépolis -la gran capital del imperio Persa de Darío-.
Yazd -la ciudad de barro- es una ciudad oasis, de las más antiguas de Irán. Es árida y en medio de un paisaje desértico. Es la cuna del Zoroastrimo, la religión monoteísta más antigua del mundo y aún conserva vestigios de esto, templos y torres del silencio -donde depositaban a sus muertos-. Los cafés y teterías en las terrazas comienzan a activarse -al igual que el resto de la ciudad- a la tarde. Esto es algo en común a varios países en el Medio Oriente, las ciudades comienzan a encenderse a medida que las sombras se vuelven más largas.
En Santorini conocimos a Eva, una gran anfitriona que nos mostró lo mejor de la comida tradicional -y casera- de Grecia. Las playas de orígen volcánico en medio de los acantilados, las casas blancas y los techos azules; los campanarios y las cruces en lo alto. Todo parece una postal y un cliché.
Al referirse a Sicilia, los italianos del sur dicen que Garibaldi no unificó Italia, sino que separó África. Uno lo comprende rápidamente cuando ve las altas palmeras, el clima seco y caluroso y las paredes ocres llenas de tierra. Palermo es una hermosa ciudad, con un colorido Barroco, imágenes religiosas -vírgenes y santos- en cada esquina y los mejores helados de todo el país. De ahí es fácil moverse a pueblos cercanos mediante el transporte público -Cefalú, Monreale-.
En Puglia nos quedamos en Bari y de ahí nos movimos a Polignano a mare y Alberobello. La primera es una ciudad balenario, otrora pueblo de pescadores en la época de los romanos, y la segunda es una pintoresca ciudad interior conocida por sus célebres trullos -construcciones de piedra con techos en forma de cono- que parecen salidos de un relato fantástico. Al igual que Sicilia, Apulia conquista también desde el estomago: cannoli relleno de ricotta cremosa, helado de pistacchio en pan brioche, orechiette con espinacas y anchoas, etcétera.
Nos inspiramos e inspiramos -así nos hicieron notar en nuestras redes sociales-. Nos sentimos acompañados y viajando juntos. 45 días no fueron suficientes y prometemos volver por más. Por lo pronto, y por un tiempo, recordaremos el viaje con la hermosa variedad de especias que nos trajimos de souvenir.