por Diego Picabea
Ninguna bebida de consumo popular se ha mantenido tanto en la cúspide a lo largo de la historia del hombre como la cerveza. Para conocer algunos aspectos fundamentales de su creación, debemos retrotraernos unos 10.000 años en nuestra historia,  al mismísimo Neolítico, con la aparición  de la primera cultura conocida, la sumeria.
Los sumerios, el primer pueblo organizado como tal están considerados los inventores del dorado brebaje.
Comenzaron fermentando en agua, hojas y plantas diversas previamente masticadas, produciendo pacientemente lo que se podría catalogar como la «proto-cerveza». Los resultados conseguidos la transformaron en una bebida alimenticia por excelencia con efectos especiales incluídos, contagiando su elaboración y consumo a los posteriores babilonios y asirios.
Pero fueron los egipcios quienes pusieron a la cebada en su sitio adecuado consiguiendo el «zythum«, una cerveza muy parecida a como  la concebimos en la actualidad, que era consumida por toda la civilización del Río Nilo. La cerveza no sabía de clases sociales.
La eficiencia sistemática de los antiguos egipcios, permitió que hasta el día de hoy haya llegado información detallada de cómo producían su cerveza hace 4.000 años atrás, una verdadera maravilla.

Modelo de una cervecería egipcia, 2010-1960 a.C.

El descubrimiento en 1920 de la tumba de Meket-Re, un exitoso empresario  que  ocupó el cargo de Primer Ministro del emprendedor rey guerrero Mentuhotep II, permitió observar de cerca una genuina cerveceríaegipcia del SXX AC. En dicha tumba se encontraron miniaturas en madera, representando distintas actividades que practicaban los antiguos, desde una barca deportiva hasta el funcionamiento de una carpintería, una panadería, un matadero, un censo de ganado o una cervecería. Cada una de las miniaturas fueron ejecutadas con lujo de detalles por lo que se transformaron automáticamente en material de consulta por parte de los investigadores.
La cerveza estaba tan arraigada a su cultura y religión que participó en sus mitos.
Ra, el dios supremo de los egipcios, representado como el Sol, el creador de todo lo conocido y lo desconocido, habiendo sido venerado por su pueblo durante cientos de años, descubrió que los mortales se burlaban de su condición de anciano.
Estos actos irrespetuosos hacia su persona determinaron que el pueblo debía recibir un castigo ejemplarizante que terminara con las burlas. Entonces el dios se reunió con los dioses superiores y resolvieron llamar a Sejmet, hija de Ra, su protectora, también llamada Hator, la más fiera de las diosas cuyo placer está en la sangre para aplicar el dichoso castigo.

Modelo de una cervecería egipcia, 2010-1960 a.C.

Se presentó Hator y comenzó a castigar a los hombres, matando a todo aquel que se cruzase en su camino, moviéndose a gran velocidad mientras disfrutaba amontonando cadáveres. Ra vió que el castigo ya había logrado su cometido, por lo que pidió a la «niña de sus ojos» que detuviera su sangrienta actividad, pero Hator le miraba y sonreía como una leona embravecida, haciendo caso omiso de sus órdenes.
Ra sintió piedad por los hombres mientras Hator al acecho caminaba en un río de sangre. Ra sabía que la voluntad de parar debía surgir de ella misma, que sus palabras poco lograrían. Así fué que envió a veloces mensajeros a buscar un fruto rojo que provoca el sueño, tal vez lotus, y ordenó mezclarlo con la cebada. La mezcla produjo una cerveza color rojo sangre, que vertieron al amanecer del segundo día sobre la tierra arrasada. En cuanto Hator retornó a su sádica diversión, no vió hombres sino el campo inundado de «sangre» y en su excitación comenzó a bebérsela. Cuanto más bebía, más reía bajo los efectos del fruto rojo del sueño hasta caer dormida. La furiosa Sejmet estaba fuera de juego, gracias a la cerveza roja.
La humanidad estaba a salvo y se fué a por una cerveza para celebrarlo.
El día de año nuevo egipcio, el 5 de Agosto, se celebra aún hoy la fiesta en honor a Hator y se bebe la cerveza roja en cantidades monumentales.

Relieve de un egipcio bebiendo cerveza a través de un sifón a modo de pajita para evitar las impurezas, 1350 a.C.